Prohibido decir no a las luchas
por Naomi Rodd.
Anteriormente había presenciado Lucha Libre cuando tenía
aproximadamente 6 años, lo poco que recuerdo es muy vago y borroso. Gritos de
apoyo, mentadas de madre al aire y la vista limitada que tenía por mi estatura
que solo veía pies que se elevaban en el aire de vez en cuando, entonces básicamente el
pasado 26 de marzo fue mi primera vez asistiendo a un show de Lucha Libre.
Quería salir de mi zona de confort y por
cosas del destino mi hermana me invitó al primer aniversario de SCW; y no voy a
mentir, tenía mis dudas, ¿de verdad quiero estar encerrada en el Salón Arena (Morelia)
junto a muchísima
gente sudando y gritando por unas peleas arregladas?, era lo que pensaba, igual
acepté.
Llegando al lugar, desde afuera se podía escuchar el
ambiente, la música, las porras, el vendedor de cerveza; la vibra era bastante
fuerte, tanto, que mi cuerpo la estaba captando, empecé a sentir la emoción y
mis ganas de entrar se manifestaban en mi estómago, ya quería ver lo que estaba
pasando.
Al entrar, nos jalamos unas sillas y nos sentamos donde
quisimos. A pesar de estar emocionada, me sentía muy fuera de lugar, aunque
todos ya estaban en sintonía con el ambiente, yo estaba shockeada viendo sus
fuertes emociones reaccionando al show.
Tardé en captar la onda, me centré en ver con atención y
pude observar que hay todo un mecanismo para todos los movimientos que hacen.
Desde calcular cuánto se tienen que elevar al brincar para poder hacer una pose
en el aire y caer con el suficiente estilo y fuerza para dar el siguiente
golpe, hasta saber con cuánta intensidad deben aventarse hacia su contrincante sin
que se convierta en una actividad mortal…y me cayó el veinte, lo que estaba viendo se trataba de todo un deporte y considero que también
un arte.
Mientras veía como hacían todas esos brincos y acrobacias
adornadas con los reflectores de luz, empecé a sentir la necesidad de externar
las emociones que me estaban ocasionando, empecé a gritar y echar porras, sobre
todo a Poison Jr. que fue uno de los luchadores que me flechó con su lucha, su
contrincante fue Travis Banks y fue un rato emocionante.
En medio de los gritos, voltee a mi lado derecho y
estaban unos niños que eran hermanos supongo, la niña era la mayor y el menor,
quién hasta su máscara traía puesta, tenía aproximadamente unos 5 años, igual
de emocionados que yo estuvimos gritando y disfrutando el show, fue curioso
darme cuenta que no importa la edad para poder conectar con la emoción que este
genera, y solo pensé en lo mucho que me perdí aquella vez de cuando tenía 6
años y no podía ver bien el show.
Y hablando de cosas sorprendentes, el campeonato femenino
fue de las cosas que más me gustaron, Princesa Azul fue mi favorita, ella se
mostraba bastante ruda y femenina, muchas veces se llega a pensar que estos
adjetivos son opuestos, pero no lo son en lo absoluto y este campeonato fue la
prueba de ello, hasta me dieron ganas de ser luchadora también.
Igual para mí no todo fue emoción, la pasé bastante
preocupada en la ronda de Lucha Libre Extrema, me tenían con el Jesús en la
boca porque había
sillas, focos, guitarras, había de todo para golpearse. Hubo bastante sangre y
la lucha ya no era solo en el ring, sino cerca del público. Como era mi primera
vez, no capté que venían hacia donde yo estaba y mi hermana me gritó para que
me quitara de ahí, por poco también me volvía luchadora.
Durante todo ese rato yo estaba con la ceja fruncida y
las manos en el pecho, mi hermana se rio de mí, en ese momento deje de creer
que las peleas estaban arregladas, ¿por qué alguien estaría de acuerdo en
quedar tan lastimado? Un luchador destacable de esta ronda fue Alocer, su
espalda estaba llena de heridas de focos rotos que azotaron contra él, le
pegaron con la silla varias veces y siempre volvía a levantarse para seguir con
la lucha con la misma energía.
Al final nos acercamos con él y muchos le pedimos una
foto, su voz era bastante suave, “no te abrazo porque luego te lleno de
sangre”, me dijo y solo pensé, ¿Cómo alguien tan rudo podía ser tierno?, muy
curiosas las dualidades de ese mundo.
Y bueno, mi pensamiento final fue que estar encerrada en
el Salón Arena junto a muchísima gente gritando, sudando por la emoción y
pasándola bien fue una de las mejores decisiones que pude tomar, porque para mí
ir significó descubrir un mundo nuevo dentro del deporte, encontrar otras
formas de arte y hasta un momento de desestres y por ello, nunca le diré que no
a un rato para la luchas.