Los Días De Atrás - Reflexiones enfermas de los primeros diez años
Víctor Ruiz
No fue ni de
cerca una de sus mejores actuaciones. Por momentos entraban a destiempo a las
canciones, les costaba trabajo equilibrar el sonido de sus amplificadores y
para rematar, el público no era al que están acostumbrados.
El festejo de los
diez años de Los Días de Atrás se dio de manera accidentada y en parte esto
obedeció a que dos de sus integrantes estaban absolutamente agripados, sudando
frío entre canciones, con ojeras marcadas y resistiendo/sufriendo cada nota
ejecutada.
Mientras esto
sucedía, con una amiga se nos ocurrió decir que lo que estábamos presenciando
en el escenario de Joselos bien podía ser una metáfora de lo enfermo que está
el punk rock en nuestros tiempos.
Pero también me
gusta pensarlo del otro lado. Cuando el camino ha sido tan prolongado, hay
facturas a pagar. No todas las noches pueden ser redondas ni acabar en vitoreos
mientras todos brindan borrachos de felicidad.
Cualquiera que
haya probado la compleja ruta del rock, sabe que hay momentos donde la
incertidumbre, los desánimos, las decepciones y las dudas inundan el entorno de
una banda.
Pero ante eso,
hay que aprender a sufrirlo. ¿Cuántas bandas hubieran echado para atrás una
tocada por la legítima razón de que tu cuerpo no responde? ¿Cuántas hubieran
seguido a sabiendas de que esa noche no iban a obtener un solo peso porque la
entrada fue gratuita? Pero más importante aún: ¿Cuántas bandas podemos
mencionar que se han mantenido diez años sin importar que su género viva una
época de crisis?
Cuando le pregunté a Mike, vocalista de la banda, qué pasaba por su mente al saber que ya había pasado una década desde la formación de Los Días de Atrás, inmediatamente me respondió con un "¡No mames, son sentimientos encontrados!", como si hasta ese momento hubiera tomado consciencia de lo frágil que puede llegar a ser el tiempo.
Eliecer, bajista,
tampoco pudo atinar a tener una respuesta precisa, pero dijo que simplemente
estaba cien por ciento seguro de que era algo que no quería dejar de hacer por
el resto de su vida. "Tocar es mi escape de la realidad", me
compartió.
Sin importar las
circunstancias, pues, lo de la noche del pasado sábado tiene que ser asumida
como una celebración en todos los sentidos. No solo son diez años de un
proyecto musical, sino de todo lo que nos ha cambiado la vida en ese lapso.
En este camino
algunos tuvieron sus hijos, otros emigraron lejos de aquí, hubo casamientos,
divorcios, peleas, fiestas, excesos, prevenciones, noches en hotel y otras en
el suelo, escenarios amplios, amplificadores de kínder, despedidas a los viejos
y bienvenida a lo nuevos amigos y un cúmulo de recuerdos. Todo esto lo hablo en
plural porque Los Días de Atrás no estarían completos sin el escucha de frente.
Y es que, para bien o para mal, qué sería de la música si no fuera la mejor de
nuestras compañeras.